Qué es la traducción para mí

Una ilustración muestra a una mujer sentada en el suelo con las piernas cruzadas con una laptop sobre el regazo. La tapa de la laptop muestra un corazón. Está el logo de Ideas Bilingües y hay un texto que dice Día Internacional de la Traducción, 30 de septiembre

Oficio. Profesión. Arte. Pasión. Medio de vida. La traducción para mí es todo eso y mucho más.

Es privilegio, porque puedo vivir de lo que me gusta, de lo que siempre me ha gustado, desde que tengo memoria. Sí, cuando me hacían la clásica pregunta «¿qué querés ser cuando seas grande?», yo respondía que traductora y periodista. No sé muy bien por qué... En mi casa no había muchos libros y no se fomentaba activamente la lectura. Evidentemente, el ansia de comunicación corría por mis venas. Luego de un largo y sinuoso camino signado por distintos trabajos de oficina que me garantizaban el sustento mientras iba haciendo mis primeros pasos en la traducción, un día de 2006 decidí lanzarme a la pileta y abrazar a tiempo completo la vida de traductoril autónoma. Una aventura que, cumpliendo mi otro deseo, ha estado condimentada con varias incursiones en distintos medios de comunicación y que no ha cesado de darme alegrías (bueno, claro, también broncas).

Es responsabilidad y compromiso con esa voz a la que tenemos que ayudar a expresarse en otra lengua. La traducción es mediación. Es tender puentes. Es difusión de saberes, ideas e información. Es paliar el sufrimiento comunicativo producto de las barreras lingüísticas y culturales. Ya basta de repetir ese infame «traduttore, traditore». Quienes traducimos no traicionamos a nadie, muy por el contrario.

Es activismo y militancia. Estas dos palabras nos hacen pensar en grandes demostraciones públicas, en manifestaciones multitudinarias, en acciones de desobediencia civil. Y, si bien todo eso es cierto, también se hace activismo desde nuestro propio lugar, con lo que sabemos hacer. En mi caso, lucho por un mundo mejor —más justo, más equitativo—, y pongo mis capacidades al servicio de una comunicación libre de prejuicios y discriminación. Para mí, la traducción es poner el cuerpo y dedicar horas al trabajo voluntario. Es rechazar encargos que ponen en riesgo esa visión del mundo.

Es amistad, vínculos, colaboración. Hay quienes dicen que la traducción es una actividad solitaria. Puede ser, pero solo si dejás que lo sea. En los más de veinte años que llevo de carrera profesional, he tenido la fortuna de cruzar caminos con personas que me han invitado o que han aceptado mi invitación a hacer una traducción a cuatro manos, a unir fuerzas para buscar otra clientela, a pensar juntas y luego exponer nuestras conclusiones en diversos foros internacionales, a disfrutar colectivamente de la vida palabrera. Y lo más importante: muchas de ellas me han invitado también a ser parte de sus vidas, con el consiguiente enriquecimiento de la mía. El feminismo me ha enseñado que, en un sistema que nos forma para la competencia y el indvidualismo, la sororidad es una decisión política. Y esto también vale para nuestra profesión. Apostar por la colaboración y dejar de ver a nuestres, nuestras y nuestros colegas como el enemigo es también una decisión política. Una que no me arrepiento de haber tomado hace tiempo.

Hoy 30 de septiembre es el Día Internacional de la Traducción, y las, los y les traductores nos celebramos.

Felicidades a mis colegas que, a pesar de las desazones de un mundo que insiste en decirnos que somos prescindibles, siguen peleando por sostener nuestra maravillosa actividad.

Felicidades también a quienes, a pesar de los espejismos de la traducción automática y la inteligencia artificial, siguen creyendo en el factor humano.

Hoy alzo mi copa (con alguna bebida no alcohólica, lo confieso) y brindo por la jerarquización y la valoración de nuestra labor.

Junto con el tradicional augurio de amor en todas sus formas, salud y prosperidad, mi deseo es que la traducción sea para ustedes, colegas, todo lo que alguna vez soñaron que iba a ser.

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