Cuando sobra el tiempo pero falla la creatividad

Bloguera invitada

Romina Navarro es traductora de inglés, redactora, correctora y editora freelance, activista feminista y laicista, curiosa lingüística y, también, motociclista. Es socia de PLECA desde 2020, la asociación de profesionales de la corrección de Argentina, y parte de la comunidad internacional de Global Voices desde 2012, una organización que promueve el periodismo ciudadano, los derechos digitales y los derechos humanos, y donde también se desempeñó temporalmente como editora para América Latina.

Además de todo lo que dice (y no dice) en la breve (brevísima) bio que me mandó, Romi Navarro es una amiga de la casa. Ella y yo compartimos muchos caminos profesionales y de activismo. Entre congresos de traducción y marchas militantes, fuimos cultivando nuestra amistad. Y, como si esto fuera poco, tenemos una investigación conjunta que nos entusiasma mucho. En este momento está congelada por falta de tiempo, pero pronto la retomaremos.

En las redes Romi Navarro es @tradumotera, aunque ya debería ir cambiando ese nombre por el de «tradumotogranjera». Lean su artículo para saber por qué.

Escrito por: Erika Cosenza
Fecha: 13-07-2022

Cuando sobra el tiempo pero falla la creatividad

Hace más de una semana que no me llegan nuevos encargos de traducción o corrección, ni siquiera un contacto de mis clientes. Hay una larga lista de cosas que podría hacer con ese tiempo, pero ¿qué pasa cuando, además, te abandona la creatividad? Esto es lo que encontré como recreo para la mente.

Es verano en el hemisferio norte, aún me quedan facturas por cobrar, las finanzas están en orden, y se agradece tener unos días para desconectar y disfrutar un poco la temporada. Aun así, cuando estos «baches» de trabajo se prolongan, es inevitable que me invada la ansiedad y el aburrimiento.

Puede ser buen momento para pulir el perfil profesional, actualizar redes sociales, páginas web o el CV, activar el networking, escribir un artículo (como este), explorar nuevos mercados y clientes posibles, hacer activismo para alguna causa que nos importa, tal vez algunas traducciones voluntarias…

A mí no me resulta tan fácil organizar actividades para esos periodos sin trabajo. Me atrapa la rutina del ocio y, aunque parezca contradictorio, quiero hacer muchas cosas, pero no termino de arrancar con ninguna.

Por ejemplo, me gustaría usar el tiempo de ocio para escribir y, además, hay algunas ideas dando vueltas con Erika Cosenza para investigar y preparar una ponencia sobre curiosidades interesantes de nuestra lengua. Pero debo tener un síndrome de la hoja en blanco crónico: Mi creatividad se bloquea siempre, sin excepción; no sé por dónde empezar o desde qué ángulo abordar lo que quiero decir, y la ansiedad tampoco ayuda.

La pregunta del millón: ¿Cómo me destrabo? La internet está llena de artículos útiles para superar el bloqueo creativo. Yo siento que lo más importante es desconectar la cabeza en serio, buscar actividades no relacionadas con el trabajo, la escritura ni la rutina hogareña, hacer que la mente se recree y se relaje para volver a la carga con la cabeza fresca. Como en todo, aquí mucho depende de las circunstancias, el entorno, las preferencias y posibilidades de cada persona.

Abro un paréntesis: Hace casi un año que me mudé de Buenos Aires (>3 millones de habitantes) a Angüés (<300 habitantes), un pueblo ubicado en el norte de la comunidad de Aragón, España, cerca de la sierra de Guara.

¿Qué hay para hacer por aquí? De todo. Admito que no soy una persona muy deportiva, aunque el territorio invita a miles de actividades deportivas y de aventura. La región está llena de paisajes naturales y atractivos turísticos, por lo que venimos haciendo microturismo desde que llegamos: Reservas y parques nacionales, ríos, cascadas, embalses, viñedos y bodegas, castillos, monasterios, pueblos medievales, pequeños paraísos escondidos y senderos increíbles para recorrer a pie o en bicicleta.

(Fin del paréntesis)

Entonces, ¿qué podía hacer, aparte del turismo, para despejar la mente en momentos de vacío creativo?

Mi respuesta fue incursionar en algo totalmente nuevo, gracias a mi recién estrenado entorno. Con una vecina iniciamos un pequeño proyecto de huerto ecológico, que consiste en un método de siembra que se vale de la rotación y la asociación de cultivos, fertilizantes y abonos naturales, y control de plagas sin usar pesticidas químicos, en fin, una forma de cultivar que genera el menor impacto posible sobre el medioambiente y nos da alimentos más naturales y sanos.

Los huertos y jardines son un hobby muy común en estos pueblos rurales: Cualquier vivienda con un poco de patio, balcón o terraza puede albergar un huerto grande o pequeño, según las posibilidades. Iniciarlo no requiere demasiada inversión, pero sí hay que dedicarle tiempo y aprendizaje.

Estoy descubriendo una disciplina muy vasta, aprendiendo sobre abonos, plagas, plantas polinizadoras que atraen insectos beneficiosos y plantas repelentes que protegen el huerto de insectos dañinos, caracoles y babosas, sobre cómo unas plantas se benefician o perjudican mutuamente, y sobre el compostaje doméstico. Es mucha información y mucho trabajo, se hace un poquito cada día, pero un huerto pequeño es manejable si compartimos las tareas.

Hace un año no me hubiera imaginado haciendo esto. Descubrí que concentrarme en las plantas me relaja la mente y me conecta con la tierra, es un pequeño gran recreo.

Fui por más, conseguí un compostador para hacer mi propio abono reciclando los restos de comida de casa y otros desechos. (El compostador lo entregó en comodato la Comarca para fomentar el autocultivo, pero también se pueden hacer caseros.) Esto implica leer mucho sobre los procesos de descomposición, condiciones propicias y aprovechamiento de desechos alimenticios. Estoy en eso, de a poco.

Me voy entusiasmando, y me traje algunos plantines de los semilleros del huerto para poner en cajones de madera sobre pallets en mi patio, todo recogido de la calle. Ahora, además de ir al huerto, me encanta asomarme un rato y ver cómo crecen las plantitas en el patio. Sospecho que se van a agregar más cajones y macetas, porque voy descubriendo ideas nuevas, y la gente aquí tiene el gesto de regalarte semillas, plantines y gajitos para sembrar.

«Huertear» como recreo me llena el tiempo vacío y me da el empujoncito que a veces me falta para refrescar las ideas, y de yapa, me da comida sana. En el medio, puede caer un mensaje de un cliente o puede surgir la gran idea para nuestro trabajo de investigación. ¿Quién sabe?

De hecho, terminando de escribir este artículo, ¡entró un mail de mi cliente!

A quien tenga la posibilidad y le guste el contacto con las plantas y la tierra, le recomiendo mucho iniciar esta práctica. Se pueden plantar toda clase de hortalizas que el espacio permita, o solo algunas hierbas y especias aromáticas en macetitas. ¿Qué propuestas de recreos para la mente pondrías o ya ponés en práctica para despertar la creatividad dormida?

© 2023