Ponencia sobre lenguaje inclusivo ante la ANLE

Guste o no guste, el lenguaje inclusivo ya está en la agenda de editoriales, medios y organismos varios

(Como profesionales de la lengua, tenemos la obligación de conocerlo)

Una ilustración muestra una flor azul que muestra en cada pétalo opciones de lenguaje inclusivo en diferentes lenguas.

Quienes abordan la hermosa tarea de relatar la historia de las lenguas enfatizan que los grandes cambios se han dado mediante profundas transiciones (solo pensemos en el viaje del latín hacia las lenguas romances), que los cambios son imperceptibles y que tenemos poco registro de esos cambios. Como es obvio esto último se ha modificado gracias a las nuevas tecnologías. Vivimos en tiempos de registro de todo lo que nos acontece a los humanos y, así, tenemos actualizada conciencia de novedades como la que hoy abordamos. De hecho, quisiera aprovechar esta consideración para mencionar que sería interesante (y enriquecedor para el estudio de nuestra lengua) que las academias hicieran investigaciones cuali-cuantitativas sobre la intervención incluyente.

Seguramente varios de nosotros hemos escuchado burlas sobre el lenguaje inclusivo (LI). En la Argentina, es frecuente que se diga que quienes hablan con ‘e’ (el «último grito de la moda» luego de intentos anteriores como la @/x) son solo un grupo de adolescentes “progre”. También se lo suele asociar con cierta ideología política.

Coincidiremos en que estos comentarios acríticos relacionados con el idioma y su comportamiento son entendibles, digamos, en un contador, pero quienes somos profesionales de la lengua podemos y debemos informarnos incluso para oponernos.

Nuestro papel como traductoras va más allá del mero asesoramiento lingüístico. Es un asesoramiento cultural. Debemos poder explicar con argumentos sólidos a nuestros clientes (quienes cada día consultan más sobre el tema) que el LI a veces es obligatorio, a veces optativo y otras obligatorio. Un muy buen ejemplo de uso obligatorio es el caso del personaje Pollution que el autor Neil Gaiman incluye en su serie Buenos presagios. Pollution no es hombre ni es mujer, y así debe traducirse porque así lo creó el autor.

Me permito compartir con ustedes un texto que traduje para Penguin (con permiso de la editorial) en el que un personaje es no binario (they) en el original y así fue traducido (elle).

Fotos de un libro.

El texto es del libro Bodies are cool (Los cuerpos son geniales) de Tyler Feder y en él un personaje es no binario (they) en el original y así fue traducido (elle).

Por otro lado, es interesante destacar que en los distintos campos en los que trabajamos los seres humanos estas cuestiones no son tan relevantes como lo son en el mundo de las lenguas. Recorriendo los perfiles en las redes se puede ver que es infrecuente que un ingeniero agregue su pronombre en el perfil, pero es habitual que quienes trabajan en editoriales elijan identificarse como él, ella o elle. Es decir que incluso por las propias interacciones laborales que tenemos es útil –tanto por cortesía en el trato como desde la astucia comercial– prestar atención a estos temas dado que nuestras profesiones parecen ser más sensibles a los distintos tratamientos entre personas. Si una persona decide avisar al mundo que es mujer cis o persona no binaria, pues así debe ser tratada.

En defensa de la «o» que invisibiliza a mujeres y diversidades se argumenta: «El uso de la “o” para incluir a hombres y mujeres está totalmente consolidado y se entiende». Bueno… Cuando yo era niña también estaban consolidado y se entendían insultos como «maricón» o «mogólico» que hoy… nos ponen los pelos de punta.

Muchos preguntan en qué cambia si a una mujer se la llama «jueza» en lugar de «juez». En mucho porque se visibiliza la ‘a’, que es la que nos viene diciendo a las mujeres en español y usarla refuerza que en ese cargo hay una mujer (con la importancia que tiene la presencia en sí, las palabras deben acompañar). Pensemos que muchos angloparlantes optan por agregar la palabra madam a la palabra president (que de por sí es neutra y no generaría problemas) para destacar que en la presidencia hay una mujer.

Nos queda bien en claro cuál es la relación entre la cosa y la palabra que la dice. Se inventa algo y luego se le pone un nombre que dice a ese algo (nativa digital, por ejemplo). Sin embargo, no nos queda claro la otra dirección: cuando es la palabra la que modifica un algo determinado.

La palabra ejerce un efecto clarísimo sobre la realidad en una de sus funciones: la performativa. Es recién segundos después de que un presidente dice que el señor fulanito de tal asumirá de aquí en más funciones como ministro de salud que fulanito de tal ES el ministro de salud. Tal peso tiene la palabra que en nuestra tecnológica civilización sigue existiendo la ancestral costumbre de jurar. Se trata de una ceremonia en la que la palabra dicha en forma solemne ante un público expectante escribirá sobre el mármol en nuestra mente un hecho en particular. Hablamos de inteligencia artificial, pero seguimos usando a la palabra para que diga lo que será. Así de importante es.

Bajando a zonas más mundanas, recordemos el poder que tiene la publicidad sobre las personas. ¿Cómo me siento con ese desodorante? ¿Más limpia? ¿Más moderna? ¿Más sexy? Todo esto se analiza entre las tres patas de la publicidad (empresa anunciante, agencia y medios) y se valida en los grupos motivacionales (focus groups) probando la reacción del (apetitoso) target ante esas palabras. (Target… parece que alguien está disparando y que hay una víctima, ¿verdad?). Los objetivos los lograrán fundamentalmente las palabras que se usen. Pensemos en distintos ejemplos de distintas esferas y épocas, pero igualmente efectivos: I had a dream. Just do it. Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan.

Las palabras de la literatura erótica generan cosas en nuestros cuerpos. Nadie lo puede negar.

Se nos hace agua la boca cuando escuchamos la palabra «limón» repetida varias veces.

Al respecto, recomendamos la lectura del artículo de The New York Times citado en las fuentes porque aborda esta vía de influencia (el efecto de las palabras sobre la realidad). A partir de un cuestionamiento de la palabra "pudenda" se comprueba que por no “decir determinadas palabras” (por vergüenza) muchas mujeres descuidan su salud. Según una encuesta realizada por la ONG The Eve Appeal en 2014, un 65% de las mujeres encuestadas evita hacerse controles ginecológicos porque evitan decir la palabra vagina.

En especial dado que somos profesionales de la palabra podemos entender, debemos entender cuán poderosas son. El tiempo dirá si se consolidará la «e» en el español como morfema incluyente de mujeres, hombres y diversidades o si surgirán nuevas formas de «decir con más justicia». Lo importante es que el debate está sobre la mesa.

Es importante tener en cuenta que esta movida por lograr que la lengua "diga a todas las personas con más justicia" no solamente se está observando en la lengua española. Especialistas en la lengua o simples hablantes que se interesan en la equidad lingüística buscan maneras de indicar la diversidad: en el francés con el asterisco, en el italiano con la schwa, en el sueco con la creación de un pronombre personal neutro (hen) y en otros idiomas como el portugués, el turco, el catalán, etc.

Como venimos diciendo, las palabras modifican la realidad. Pueden hacernos desear y consumir. Pueden decir con justicia o pueden reproducir discursos de odio. Empoderan o lastiman. Y fundamentalmente las palabras nos hablan de quienes las usamos: nuestra procedencia geográfica, tal vez nuestra formación profesional, nuestra pertenencia política, nuestra ideología, nuestra cosmovisión... Aunque no lo queramos. Nuestras palabras nos dicen.

¿Qué comunica sobre una persona (real o de ficción) el uso del masculino genérico? ¿Qué revela el empleo de expresiones como «cuerpa», «miembra» o «yuta madre»? ¿Y el desdoblamiento en «todas y todos» o en «todas, todes y todos»? ¿Y si en lugar del neomorfema «-e», recurre a «-x» o «-@»?

Está claro que lo que subyace es una visión del género y de qué constituye el sexismo en la lengua.

¿Qué es el género?

El género es una construcción social y cultural, tradicionalmente binaria; esto quiere decir que las sociedades atribuyen a un individuo ciertos valores, pensamientos, sentimientos y comportamientos por ser varón o mujer. Simone de Beauvoir (2016, p. 269) alguna vez dijo que «no se nace mujer: se llega a serlo». Desde la teoría queer, Judith Butler (1988) profundiza y sostiene que el género no es una realidad interna, no es algo dado, sino un fenómeno producido y reproducido constantemente. Es performativo porque no solo estamos desempeñando un rol, lo estamos construyendo a medida que lo actuamos, mediante el comportamiento, la vestimenta, la forma de hablar. Y aquí entra en juego nuevamente la doble vía de influencia mutua entre lenguaje y realidad de la que venimos hablando.

La identidad de género se define como la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al nacer (Ley26743). Si coincide, hablamos de personas cisgénero; si no, de personas transgénero. Este último es un término paraguas bajo el cual se engloban muchas identidades de género; algunas fuentes hablan de 94 (Sexual Diversity, 2023).

Podemos distinguir dos paradigmas en torno al concepto de género, con sus correspondientes estrategias comunicativas y sus respectivas convicciones sobre qué constituye un uso sexista de la lengua. Es de notar que estos dos puntos de vista se solapan y conviven en la actualidad.

El primer paradigma se basa en una concepción fija y restrictiva del género (la distinción varón/mujer), que equipara género (o sexo) con genitalidad.

Los primeros feminismos y movimientos de mujeres luchaban contra la posición privilegiada de los varones por sobre las mujeres, pero no cuestionaban la división binaria (y hay sectores que aún sostienen esta visión). Así, en muchas sociedades y lenguas aparecieron guías y recomendaciones en pos de un lenguaje igualitario que incluyera y respetara a las mujeres. Entre las sugerencias más habituales se encuentran evitar el masculino genérico, los vacíos léxicos, los duales aparentes y otros usos sexistas.

Las estrategias usadas son:

  • el desdoblamiento;
  • la @ (porque parece una «a» más una «o»);
  • el femenino genérico (minoritariamente) -->
  • una serie de recursos para evitar marcas de género: sustantivos abstractos, paráfrasis, perífrasis, construcciones impersonales, etcétera.

Cabe destacar que esta visión del género la comparten también quienes consideran que estos planteos son innecesarios porque el masculino incluye también a las mujeres.

El segundo paradigma cuestiona las categorías «hombre» y «mujer» y reconoce una vasta diversidad de identidades de género, como ya mencionamos.

Es bajo este paradigma que surge lo que se conoció popularmente como «lenguaje inclusivo» o «incluyente» y que nosotras, siguiendo a le traductore e investigadore Ártemis López (2019), denominamos «lenguaje no binario directo».

Lenguaje no binario

López distingue dos estrategias para escribir por fuera de las categorías binarias, que llama lenguaje no binario directo (LND) y lenguaje no binario indirecto (LNI).

El LND consiste en utilizar un nuevo morfema de género: la «-e» y la«-x»son las variantes más usadas aunque no las únicas. El sufijo «-e» se impuso no solo porque es más fácil de pronunciar, sino porque los otros son incompatibles con los lectores de pantalla que emplean las personas ciegas o con visión reducida, con lo cual se crearía una nueva forma de exclusión.

El LND tiene dos contextos de uso:

  1. Como genérico (el uso más resistido, incluso por algunos feminismos)
  2. Para nombrar a personas no binarias, de género fluido o de otra identidad de género que expresamente eligen no usar ni el masculino ni el femenino.

Por otra parte, el LNI es la misma estrategia que se sugiere en el primer paradigma: evitar las marcas de género mediante construcciones impersonales, sustantivos abstractos, etcétera.

El rol y la ética profesional

¿Y por qué estas cuestiones deberían importarnos a quienes nos dedicamos a la traducción, la interpretación y la corrección? Si nuestra labor es tender puentes de comunicación y contribuir a que esa otra voz pueda expresarse y transmita exactamente lo que quiere transmitir, denotativa y connotativamente, entonces es nuestro deber ser capaces de distinguir la visión del género subyacente y aplicar las estrategias lingüísticas y comunicativas adecuadas.

Damos los últimos toques a este texto en medio de la polémica por la reescritura de las obras de Roald Dahl, que no podemos dejar de mencionar. Dahl —como cualquier otra persona—eligió construir una realidad con sus palabras, tanto en su literatura como en su propia vida. Flaco favor hacemos a las niñeces actuales si ocultamos que esas realidades también existen.

No se trata, entonces, de usar el morfema «-e» indiscriminadamente. No vamos a ponerlo en boca del protagonista de American Psycho, de Bret Easton Ellis, ni de una figura pública notoriamente machista o transfóbica.

Pero sí hay que saber cuándo y cómo usarlo: por ejemplo, es obligatorio para el personaje de Morgan de la aclamada novela Girl, woman, other de Bernardine Evaristo, o para artistas como Sam Smith, que se declaró expresa y públicamente como no binarie.

Más allá de las controversias e independientemente de nuestra posición sobre el tema, quienes ejercemos profesiones lingüísticas, en nuestro rol de intermediación/asesoría, debemos estar a la altura.

Después de todo, como dijo Margaret Atwood: «Una palabra tras otra palabra tras otra palabra es poder».

Referencias

Agamben, G. (2019). El sacramento del lenguaje, Arqueología del juramento, (M. Ruviruso, trad.), Adriana Hidalgo editora, tercera edición, 2019.

Binet, L. (2017). La séptima función del lenguaje, (A. García Ortega, trad), Seix Barral, primera edicción, 2017.

Butler, J. (1988). Performative Acts and Gender Constitution: An Essay in Phenomenology and Feminist Theory. Theatre Journal, Vol. 40, No. 4, dic. 1988. https://doi.org/10.2307/3207893

De Beauvoir, S. (2016) El Segundo sexo. (A. Martorell, trad.). KayleighBCN. (Obra original publicada en 1948). https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Simone%20de%20Beauvoir%20-%20El%20segundo%20sexo.pdf

Gross, R. Las palabras importan: un grupo de médicos quiere desterrar a la “vergüenza” de la anatomía femenina. The New York Times. 21 de septiembre de 2021. https://www.nytimes.com/es/2021/09/21/espanol/anatomia-femenina-pudenda.html

Ley 26743 de 2012. Por la cual se establece el derecho a la identidad de género de las personas. 23 de mayo de 2012. http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/195000-199999/197860/norma.htm

López, A. (2019). Tú, yo, elle y el lenguaje no binario. La linterna del traductor. http://lalinternadeltraductor.org/n19/traducir-lenguaje-no-binario.html

Menegotto, A. y otros autores (2022) Siete miradas sobre el lenguaje inclusivo (Persepectivas lingüísticas y traductológicas), Waldhuter editores.

Sexualdiversity.org. (2023). Alphabetical list of gender identities and terms people use when identifying themselves and talking about gender. https://www.sexualdiversity.org/edu/1111.php

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